Seguir como si nada es un error que se pagará caro

Si las palabras tienen algún sentido, alguna referencia y algún valor, el Gobierno español no puede seguir como si lo sucedido estos días fuese un simple bajón anímico de su líder. Se denomine «lawfare», «emergencia democrática» o «golpismo judicial»; se sitúe su origen en la falta de ruptura democrática de la Transición española, en la Operación Catalunya o en las versiones castizas del Tea Party; se crea que Pedro Sánchez ha sido sincero o que todo era una maniobra, tras anunciar este que sigue y que va a plantar cara a la derecha, su Gobierno no tiene margen para seguir como si nada hubiera pasado. La judicialización de la política, la deslegitimación de la democracia y la involución sociopolítica deben tener una respuesta contundente.

En su comparecencia de ayer, Sánchez dijo ser consciente de que la derecha no va a parar en sus ataques. En realidad, lo más probable es que la rabia les haga acelerar y ser aún más burdos, si cabe. Por eso, antes de nada, el PSOE debe cumplir los compromisos que adoptó para lograr su investidura, precisamente porque son parte del mandato democrático contra esas tendencias retrógradas. A la vez, deberá diseñar y negociar una agenda democratizadora que contemple mecanismos y plazos. Hace falta claridad y credibilidad, valores que han salido dañados de este episodio. Desde una perspectiva vasca, la frivolidad teatral no suma y genera desconfianza.

Poco después de que Sánchez anunciara su decisión, PNV y PSE se reunían en Sabin Etxea para blindar de nuevo su pacto. Andoni Ortuzar y Eneko Andueza negociarán ahora las responsabilidades de gobierno y los cargos. Ambos defienden este acuerdo en nombre de la estabilidad. Pero tampoco se puede hacer como si estos días de incertidumbre no hubieran pasado. De nuevo, si las palabras significan algo, autolimitarse para no activar un mandato democrático mucho más amplio no es ser estable, es ser conservador. Hacer esa interpretación capada del mandato que salió de las urnas el 21A es un error. En este contexto histórico, el único veto debe ser a esa derecha antidemocrática. Hay que aparcar intereses partidistas y actuar con altura de miras y responsabilidad.

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